La noche en que el cielo extrañó sus alas

Ésta es sólo otra madrugada, tan luminosa como siempre, es sólo una noche sin luna. Bajo un cielo violeta divagando entre la plaza de mis sueños, observo el firmamento… lo curioso es que no distingo nada; sin embargo, tengo que seguir ahí, observándolo… me persigue, me persigue y me duele, soportar el peso del universo en mis ojos llega a ser doloroso si te das cuenta de ello.

Extraño volar, zafiro el cielo, lejana la tierra, y volar, pero dónde se ha visto una paloma nocturna, quién haya disfrutado tanto de mi soledad como yo que venga y me despoje de ella. Soy un ave de las penumbras, álgida y onírica me revuelvo siempre, disfruto ver las calles solitarias, y me sumerjo en ellas para sentirme lleno, después de todo, si soy el único que llena la vacía noche, cómo no sentirme lleno de ella.

Sin embargo, el cielo me aplasta. Las nubes son mucho más pesadas en las horas tardías, o tempranas, la sensación enajenada que producen los miles de ojos invisibles alrededor pesa demasiado, y sólo quiero volar… y mis alas perdieron fuerza. El aliciente de mis sueños híbridos se encuentra elevado por ahí, lo encuentro azulado, y me encuentro a su lado. Necesito esperar un poco para verla despegar, necesito observarla desde mi jaula hostil, necesito ahogarme por un momento en perjuicio de sus ansias, y cómo no hacerlo si ofrecí mis alas a su viento, si su sombra es mi guía y su luz me ilumina.

Dicen que hacen falta dos semanas y alzará vuelo, dicen que la distancia se encuentra en los candados… dicen que la jaula no tiene techo.

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