Fábula de la Mitad de un Puente


La amalgama de herramientas, y ladrillos, y piedra, socorren a  la argamasa constante, pues ésta es una construcción, la obra de un solo hombre, el trabajo de su vida… curiosamente, no construye un muro, o una pared, o una casa donde refugiarse. Se empeña cuidadosamente, y dedica la totalidad de su tiempo a la fabricación de un puente, ni magnánimo ni gris, sólo un puente simple, sobre un río que, a su carencia de habilidades para la natación, necesita cruzar.

Por qué, pues, se aventura a la siguiente orilla del río, la respuesta es tan sencilla como impactante, hay un hogar en cada pequeña isla, hay demasiadas islas, todas bordeadas por ríos, y vertientes, y canales, y afluencias de todo tipo. Nuestro personaje se decide a cruzar el río, pues sabe que solo, en su hogar, no es muy útil, al menos para sí mismo. Las facilidades y comodidades que ofrecen cada vivienda son innumerables, y hasta cierto punto lujosas. A este hombre no le falta nada, excepto alguien con quien compartirlo.

Meditó dos semanas después de la cuarta luna llena, y resolvió demoler su casa para construir un puente, ladrillo por ladrillo, piedra a piedra. Pasaron algunos meses y el fruto de su esfuerzo resplandecía a los primeros rayos de sol… las dificultades se mostraban reacias a aparecer; pero, tarde o temprano se daría cuenta, ni los ladrillos, ni las piedras, ni la argamasa eran suficientes. Construyó la mitad del puente, y la otra ya se hallaba construida… ¿Qué ocurre? Se pregunta.

Pues el miedo lo invade, y lo destruye, y lo tortura, y no sabe qué hacer al respecto… El final es incierto, hasta el momento no cruza el puente, sólo terminó de construirlo. Hasta el momento duerme sin techo. Hasta el momento no tiene nada… entonces, ¿Es un asunto de confianza o temor?

Moraleja: No vale la pena perder todo por miedo, sé valiente, sé feliz.

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