Y ésta es la carta que nunca he de escribir.


Una carta. 
Es algo que no haré muy seguido, no es mi estilo; sin embargo, lo noto necesario. Si buscabas respuestas, espero que esto te pueda ayudar.
Lo siento.

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Holgando al recuerdo que desesperas. A ti, dama de la luna llena.

Fuimos presa y víctima de una cacería certera, del deporte de ambos. Hoy, sufrimos algunas de las consecuencias. Un desamor a base de errores y confusiones.

Es breve, no tengo mucho qué decir. Al final caímos en un juego que ninguno sabía jugar, en el que para ganar intentamos hacer trampa. Digamos que es un castigo, la eliminación automática, la revancha perdida. Digamos que jugamos sucio y no supimos limpiar el desastre de nuestro accionar.

Digamos que los pecados se cometieron a destiempo, en el ámbito legal de la moral externa. Pero aquella consciencia que confunde y discrimina, es las que nos atañe y guía a un pasado sincero. Y la vida, juego nuevo y por turnos en el que no coinciden la consciencia, la moral y la verdad, cambió las reglas radicalmente. Luego, henos aquí y allá, despojando todo menos lo que llevamos calado en la piel.

Digamos que no hay más qué decir.

Digamos que el amor no basta.

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